Sep
20
Escocia: la «bestia» que remeció a Reino Unido y lo cambió para siempre
“Una bestia se desató en las islas británicas. No importa el resultado. Esto va a cambiar la forma en que gobierna Londres. Habrá más autonomías en Reino Unido y tendremos otra oportunidad, vamos a tener otro referendo”.
En la madrugada del viernes, cuando aparecían las primeras señales de que el Sí a la independencia de Escocia no iba a dar el golpe, Ross, un joven de Edimburgo, encontraba motivos para el optimismo.Junto a otros 100 votantes del Sí celebraban en la capital frente al Parlamento.
Poco después se conocieron los resultados oficiales. El No a la independencia se impuso 55%-45% al Sí.
Sin embargo, el consenso en las calles de Edimburgo fue que la magnitud del debate y la movilización por mayor autonomía afectará la manera en que Londres ejerce su poder sobre el resto.
Caía una llovizna y había más envases vacíos en el piso que personas de pie, pero su mensaje de ver la derrota con otros ojos fue algo que encontré durante todo el día hablando con la gente, tanto independentistas como unionistas.
La magnitud de esta movilización de cuatro millones de escoceses este jueves, y en los últimos dos años de campaña, dejaron una huella en la identidad y en la conciencia política que pocos creen le será indiferente al país.
Y enviaron un claro mensaje a la clase política en Londres.
Aunque se evitó la partición de una unión de 307 años, parece haberse abierto la puerta a una etapa de cambios que aún no están del todo claros.
Ya en la propia madrugada, desde el gobierno británico, que ya había anticipado más poderes para Escocia en caso de una victoria del No, se admitió que era momento de reconocer los intereses de todas las naciones de Reino Unido.
Demasiada calma
Para ser el día en que votaban por su independencia, todo comenzó con bastante calma en Edimburgo.
Quizá demasiada.
Cambiaría con el correr del día, aunque el cielo pintado de gris de Edimburgo, la humedad, el suelo mojado y la niebla fueron una constante.
Desde un principio los resultados parciales mostraron una tendencia inequívoca hacia el No.
Acostumbrados a votar en medio de una jornada laboral, muchos escoceses madrugaron e hicieron cola incluso antes de la apertura de los centros de votación a las 7:00 hora local (6:00 GMT).
Iglesias, cafés, centros comunitarios, clubes deportivos, hoteles, y centros artísticos: todo sirvió como centro de votación.
En uno de ellos a cinco minutos a pie del castillo de Edimburgo, en el Hotel Roxburghe, alrededor de las 9 de la mañana, se empezó ver el llamado “voto tímido” del No, esa mayoría silenciosa que no hizo tanto ruido pero terminó celebrando.
En la puerta una mujer en sus cincuenta repartía volantes con la inscripción “No, gracias”.
Pero prefiere no hablar sobre el referendo. “No soy buena argumentando”, se defiende.
A su lado, Peter, hace campaña por el Sí.
“Es el día más importante de mi vida”, dice emocionado este abogado de 54 años. “Es nuestra oportunidad de recuperar nuestro país después de 300 años”.
“Sin importar el resultado, Escocia va a cambiar para bien, sólo por el hecho de toda la gente alejada de la vida política del país que se involucró en el proceso”, agrega.
La visibilidad del Sí
En la calle bastaba con mirar a alguien y preguntarle, si es que no llevaba algo que lo identificara, “¿Sí o No?”.
No había otro tema.
Aunque algunos casi que lo gritaban.
Para el Sí siempre se trató de ser visibles. Eran los que tenían que hacer ruido, mostrarse, convencer y sumar.
Dos años atrás el independentismo tenía un 27%, durante gran parte de la campaña estuvo a 15 puntos del No, y recién al final –por méritos propios y errores ajenos– logró acercarse hasta inquietar al unionismo.
El Sí estaba presente en Edimburgo en banderas escocesas, en carteles en casas, pubs, tiendas, en pegatinas y broches en la ropa de la gente.
Si el Sí era la expresión emotiva de un sueño, de una esperanza, de un cambio, el No podía pasar como la opinión temerosa de ser estigmatizado, como un rechazo al salto al vacío, como un voto por el statu quo.
Sonrisa en el rostro, pegatina en el pecho, entusiasmo en los ojos y ganas, muchas ganas, de explicar su voto, sus sueños, y las ambiciones de una Escocia independiente.
Esa era la imagen del Sí.
El No era sinónimo de timidez, de perfil bajo, de explicar casi en voz baja y a veces a regañadientes los beneficios de no desmembrar a Reino Unido.
Casi que incomodaba preguntarles.
“Este país no será igual”
“¿Dónde están los No? No los veo”, me dice Paul, parado en la misma esquina del centro de Edimburgo en la que asegura se ha pasado todos los sábados, y varias noches entre semana, desde que hace casi dos años se acordó un referendo.
Allí repartía folletos, hablaba con la gente, convencía votantes.
Lleva los cinco dedos de la mano derecha con pegatinas del Sí.
En los 15 minutos que hablo con él, reparte cuatro: “El No es el ´voto tímido’, no aparecen”.
Este analista de datos de 54 años está convencido de que Escocia ya había ganado como país antes de que se conocieran los resultados.
“Escocia estaría mejor con más poderes, es lo que necesitamos. Estamos orgullosos de nuestro país y somos capaces de gobernanos nosotros mismos”.
“Pero aunque gane el No, este país no será igual. Y cuando en Londres entiendan esto, también será positivo para el resto del país. Ya no podrán pensar sólo en ellos. Eso es bueno, muy bueno”.