Armas de trabajo y de defensa del Gaucho
Las armas de trabajo y de defensa del gaucho no se diferenciaban en realidad, por las actividades que realizaban sirviéndoles para ambos fines. Dichas armas, con iguales o distintos usos se han mantenido hasta el presente, exceptuando quizá el uso de las “boleadoras”.
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Cuchillo.
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En la ruda vida campera que llevaba careciendo de toda clase de comodidades, útiles y herramientas le servían para todo. Lo mismo para carnear un animal que para defenderse de los taques de una fiera; tanto sacaba tientos de una lonja como se cortaba las uñas: cortaba el asado del asador o levantaba con la hoja la fariña u otro alimento más o menos denso; pinchaba un pescado levantándolo con la punta o un trozo de carne de la olla; hachaba un palo o cavaba la tierra para colocar la estaca pampa; limpiaba el lomo del caballo o le cortaba los casos; lo usaba como cepillo de carpintero, se quitaba una espina de la mano y más.
El cuchillo era el instrumento de mil usos que el gaucho usaba en medio del campo más desolado. Clavado en el suelo le aplicaba el oído y podía distinguir, por la los sonidos que percibía y sus vibraciones, lo que ocurría a mucha distancia; si se acercaba tropel tropel de un malón, animales que disparaban solos o un jinete al que estaba esperando.
También le servía para establecer si un bulto distante estaba fijo o se movía. Para ello tomaba como referencia un punto de mira, hacía coincidir con él el cabo del cuchillo y el objeto que observaba, si éste permanecía bajo su vista estaba fijo, si desaparecía, se movía.
Empezaba a ejercitarse en el ataque y defensa desde muy niño, primeramente con las manos, después con palos cortos y delgados, mas tarde directamente con el cuchillo.
Tener buena vista, en la esgrima del cuchillo, es ver con rapidez a que parte del cuerpo le dirige el golpe el adversario par poder esquivarlo, así como cual es el lugar que por un momento ha quedado descubierto en el contrario, para poder herirle. Tanto para la defensa como para el ataque es necesario una rápida visión y reacción inmediata del cuerpo.
En la esgrima gaucha del cuchillo se utiliza mucho la cuerpeada, que consiste en un movimiento rápido quitando el cuerpo al cuchillo que lo busca. Este movimiento debe ser justo, preciso, sin excederse porque ello descompondría al peleador y en la siguiente puñalada es posible que lo alcanzara.
EL CUCHILLO.
La hoja es de hierro acerado, más o menos larga generalmente de 15 a 30 centímetros, terminada en punta; tiene forma triangular, con dos lados iguales al largo y una base que determina el ancho. A lo largo de la hoja algunos cuchillos llevan una canaleta llamada “sangrador”.
EL MANGO DEL CUCHILLO.
El mango, de tamaño apropiado para la mano del hombre, continua por un lado la línea del lomo y por otro forma ángulo con la base de la hoja, de modo que ésta queda libre en casi la mitad de su extensión, del lado del filo.
Se lo construye de diferentes materiales: madera, asta, hueso, verga, forrado en cueros de tientos, recubierto con trabajos de tientos, de plata y oro.
Todo el ingenio del gaucho y el arte de los plateros ha sido puesto de manifiesto en la construcción del mango del cuchillo, resultando verdaderas y muy cotizadas obras de arte.
PUÑAL. De forma semejante al cuchillo, de hoja con líneas más rectas que éste y punta “muy aguda”; además del filo de todo un lado lo lleva también en el primer tercio del lado del lomo.
FACÓN.
Arma de combate. De dimensiones mucho mayores que el cuchillo, mide de cincuenta a setenta centímetros, y aún más. Se lo construía generalmente con hojas de sable en desuso; lleva filo de un solo lado, hoja de punta aguda y delgada, con una pieza intermedia, junto al mango, que es el gavilán, inserto entre la empatilladura.
DAGA.
Es, como el facón, arma de combate. Se las fabricaba con hojas de espadas que no se usaban. De hoja larga y delgada, lleva filo en los dos lados y el corte de su hoja tiene la forma de un rombo cuyos ángulos agudos corresponden al filo de cada lado. La forma de la hoja y el doble filo es lo que determina las características de la daga. Se las construye de todas dimensiones desde las más pequeñas hasta las de longitudes enormes
ESTOQUE.
Arma de combate, de hoja larga y angosta, sin filo, de punta muy aguda, destinada exclusivamente a producir heridas penetrantes. Era frecuente llevarlo disimulado en el mango de un rebenque o arreador.
CUCHILLO MANGURRERO (Mangorrero).
Se le llama “cuchillito mangurrero” al cuchillo cuya hoja, por el prolongado uso y repetidas afiladas, se ha gastado en tal forma que ha reducido considerablemente sus dimensiones, especialmente si para afilarlo se usó piedra gruesa y áspera. Es muy frecuente que para mangurrero se utilice un cuchillo con la hoja quebrada, haciéndole punta. Estos cuchillos son muy útiles para sacar tientos, castrar, señalar, y en general para trabajos en que se requiere hoja fuerte y corta.
LA CLAVADA. Se arroja el cuchillo tomándolo por la hoja y de modo que dé en el aire media vuelta, una y media o dos y media vuelta antes de llegar al objetivo.
Para clavar el cuchillo de una y media o dos y media vueltas es necesario “empalmarlo”, colocando la hoja en la palma de la mano, asegurándolo con el dedo pulgar, el mango hacia adelante y el filo para adentro. Se lo lanza haciendo girar el mango hacia atrás y arriba. No se le puede imprimir fuerza ni velocidad y el cuchillo llega “muerto” al objetivo; además se pierde mucho tiempo en la ejecución del tiro. No es tiro de combate sino de juego de clavada.
Para clavarlo de media vuelta, se toma el cuchillo por la punta entre los dedos pulgar, arriba e índice y medio, abajo, el filo hacia adentro. Se levanta el brazo a la altura del hombro, el antebrazo flexionado, y se lo arroja con toda violencia, el mango hacia adelante y abajo. El cuchillo da media vuelta en el aire y lleva tal fuerza que, clavado en el tronco de un árbol, cuesta mucho trabajo desprenderlo, siendo necesario imprimirle movimientos a la hoja para ensanchar la brecha, porque tirando directamente no sale. Es un tiro muy seguro y efectivo.
El gaucho se ejercitaba frecuentemente jugando a la clavada con otros compañeros.
Se ha dado el caso de que un hombre que huía fuera alcanzado por el cuchillo que le arrojara su adversario ya caído.
BOLEADORAS O BOLAS.
Cuando los conquistadores llegaron al Río de la Plata encontraron que los aborígenes usaban la bola como ama. Era una piedra de tamaño aproximado a un puño, con una acanaladura alrededor donde se fijaba una soga, de un metro de largo, por medio de la cual la revoleaban y lanzaban contra el enemigo.
Para conseguir recuperar la bola arrojada, los indos le ataban a la soga, frecuentemente, unas plumas de colores vivos, así podían encontrarla con más facilidad. También empleaban esta bola para incendiar las poblaciones enemiga, atando a la soga un manojo de paja encendida.
Fueron usadas primitivamente por los indios guaraníes, querandíes, pampas, araucanos, charrúas de quienes las conocieron nuestros gauchos utilizándolas después para el mismo uso: como instrumento para aprisionar animales y como arma.
Las boleadoras son utensilios de dos o tres bolas de piedras unidas por sogas. Las utilizadas por los gauchos eran normalmente de tres bolas, como en la actualidad. Son tres ramales de sogas, trenzas o torzales, de cuero crudo, de más o menos un metro de largo cada uno, y unidos entre sí por un extremo en un centro común. En el extremo libre de cada soga se fija una bola de piedra de más o menos el tamaño de una bola de billar. Las boleadoras para bolear potros son más grandes.
Las boleadoras están generalmente forradas o retobadas con cuero.
Una de las bolas es más pequeña y su soga es más corta, se llama “manija”. Revoleando de la manija, las lanza el hombre para aprisionar animales, los que enredados por las patas, caen.
Las boleadoras usadas para aprisionar avestruces son más livianas y de dos bolas; se las llaman avestruceras o ñanduceras. Son lanzadas al cogote de ese animal el que en su carrera enreda las patas y caen.
Las boleadoras como arma, han cubierto amplios capítulos en las luchas de nuestra independencia y de las montoneras. Por la destreza gaucha se hicieron famosas.
En la persecución de los fugitivos, las boleadoras les daban alcance, ya sea boleando el caballo o al jinete. Para evitar que les fuera boleado el caballo, los soldados que huían, al igual que los indios, llevaban la lanza arrastrándola por el suelo y detrás del caballo, a fin de que las boleadoras chocaran con ésta salvando las patas del animal. También el jinete se protegía con el poncho, que extendía todo lo posible, tratando de poner una cortina protectora.
En los combates cuerpo a cuerpo, las boleadoras eran utilizadas como maza.
El gaucho llevaba las boleadoras atadas a la cintura, con una lanzada muy fácil de deshacer de un tirón, de modo que pudiera utilizarlas con toda rapidez.
Cuando rodaba (caía) del caballo y al levantarse este se disparaba, el gaucho “parador”, le arrojaba las boleadoras aprisionándolo. El peligro de quedar a pie en pleno campo era muy grande, en aquella época en que las poblaciones se encontraban a grandes distancias, donde nunca faltaba algún “gato”, tigre, y abundaban los perros cimarrones.
Las boleadoras se confeccionaban también de lujo, forradas de delicados trabajos de tientos; otras, hechas de marfil, dejaban ver la bola entre el tejido.
El gaucho llamo “tres Marías” a las boleadoras, por la comparación que estableció entre las tres bolas y las tres estrellas mayores de la constelación de Orión.
EL MUSEO DEL GAUCHO Y LA MONEDA
Es este el lugar con la mejor colección de armas, platería criolla, vestimenta, apero, enseres de uso diario del gaucho que existe en Uruguay. La entrada es libre y gratuita y se encuentra en Montevideo, en la Avenida 18 de Julio esq. Julio Herrera.
De recorrido instructivo pero también ameno y lleno de sorpresas, interesa tanto a los adultos como a los niños con representaciones en figuras de tamaño natural, además de lo completa de la colección que se exhibe.
Algunos ejemplos: