El Gaucho
El gaucho ha sido el referente de nuestro campo y con el tiempo, el referente del Uruguay todo, al punto que desde costumbres de vida y hasta del lenguaje se incorporaron a nuestra vida diaria, inclusive en las ciudades. Aún hoy, con los matices obvios de los tiempos cambiantes, el gaucho «es» Uruguay.
Hombre que conocía profundamente las tareas propias de todos los trabajos de campo que estuviesen relacionados con el caballo y con la ganadería, poseía además una serie de cualidades nacidas del medio en que vivió.
Acostumbrado a la vida libre en campos inmensos, vencía las dificultades que éste le oponía y aprovechaba los recursos que le proporcionaba. Se creó así un tipo étnico que fijó los rasgos de una raza.
Para ser gaucho, es indispensable poseer las condiciones básicas de buen jinete, experto en toda clase de trabajos e campo, hábil en el manejo del lazo, boleadores y cuchillo, habituado a vivir a la intemperie, conocedor y baqueano de los campos que recorría, sobrio en la alimentación, guapo y sufrido para el calor, el frío y la lluvia.
El hombre que posee estas condiciones tiene indiscutible valor personal, no puede ser cobarde porque está habituado a jugar la vida diariamente, lo que considera como una cosa normal y sin darle mayor importancia.
Mucho se ha escrito sobre el gaucho, sus detractores (generalmente de la ciudad, cuando no de las fuerzas luego derrotadas de España y Portugal) lo han considerado como un delincuente, azote de la campaña, sus panegiristas como el patriota que nos dió independencia y libertad; pero los sostenedores de tan opuestos conceptos deben tener en cuenta que para actuar en la enorme extensión que incluía lo que es hoy Uruguay, Argentina y el sur de Brasil, tanto en los años de la época colonial como durante las guerras de la independencia y organización de las respectivas naciones, luchando contra la pampa, o el desierto hostil, las grandes distancias a recorrer, la falta de caminos y con medios de transporte primitivos y el desamparo permanente, los hombres que actuaban en ese medio debían poseer condiciones excepcionales de adaptación, es decir, las condiciones básicas del gaucho que no eran solamente las de los habitantes de la campaña, sino también las de muchas personas que vivían en las ciudades y alternaban sus tareas urbanas con las camperas.
Dentro de cada gaucho había un alma de poeta; tenía aficion por la música, la guitarra era su compañera inseparable y sentía la naturaleza y la interpretaba cantándola en estrofas improvisadas; el canto de los payadores los fascinaba y se deleitaban en los desafíos o contrapuntos que hasta hoy se conservan y realizan.
Así se acuñó el término «gaucho» no solamente para la persona en sí, sino para las cosas y las acciones que son «gauchas» cuando se trata de hacer un favor o prestar un servicio en el momento oportuno y desinteresadamente, hacer una «gauchada».