La cepa vitícola tannat, introducida en Uruguay hace casi 130 años por el vasco-francés Pascual Harriague, se ha vuelto una de las insignias de ese país que se ha ganado un lugar en las copas y en las viñas de todo el mundo por rasgos distintivos como su equilibrio e intensidad aromática.
Así lo explicó a Efe la agrónoma uruguaya especializada en vinos Estela de Frutos, quien aseguró que Harriague (1819-1894) legó a Uruguay «los principios de la enología moderna» en su búsqueda para «tener un vino como el de Burdeos, que era la imagen anhelada para él en vinos».
Ingeniera Agrónoma Estela de Frutos
De estos, «el primero es que se necesita una gran uva para hacer un gran vino y el segundo es que podemos tener una gran uva, pero hay que elaborarla muy bien para que se exprese en todo su potencial».
Precisamente Harriague (1819-1894), tras dedicarse a la ganadería y conservación de la carne, decidió dedicarse a fines del siglo XIX a las cosas que le daban «satisfacción», especialmente a la viticultura, a la que destinó «más de 20 años de investigación» para llegar a obtener su tan aspirado objetivo.
Es en ese período cuando plantó las viñas de tannat, traídas de la región del Madiran, en el sur de Francia, y las bautizó con su apellido, aunque luego se consolidara en la historia vitícola uruguaya con el nombre original de la cepa.
«Logra su primer tannat en 1887, hace casi 130 años. Desde entonces, el tannat de Uruguay recibió elogios internacionales: su primer vino ya recibió medallas en las ferias y exposiciones internacionales de Barcelona y París», explicó la especialista.
«También se destacó en la exposición de Milán el año pasado (2015). O sea que tiene una trayectoria de identidad a través de esta uva, pero que además de identidad reúne calidad sensorial comprobada hoy», agregó.
Quizás Harriague, que falleció en 1894 en París sin saber si sus viñedos sobrevivirían a la amenaza de la filoxera -una plaga para la que aún hoy no se conoce un tratamiento químico- ignoraba que aportaría uno de los elementos esenciales de la imagen en el mundo de los productos de su país de acogida.
El resultado de la búsqueda de Harriague fue un vino «con potencial de guarda, agradable cuando joven y con un equilibrio acidez-tanino para acompañar la comida».
«Esa es la definición de un gran vino en el mundo entero y ese es el tannat de Uruguay», aseveró de Frutos, profesional ampliamente reconocida en el circuito enológico mundial.
«Es un vino que viene bien vestido, de color muy oscuro, es rojo, azul. Se presenta con una intensidad aromática importante, generalmente de frutos maduros. A veces toma complejidad con la madera. Tiene un gran esqueleto, es muy estructurado, entonces por eso se puede mantener erguido pero también tiene carne, tiene esqueleto, tiene músculo», describió la uruguaya.
Por estas características marida bien con las carnes, otro de los productos de alta calidad que Uruguay ofrece al mundo.
Es a partir de la década de 1990 cuando este vino uruguayo intensifica su periplo en el ámbito mundial, en el marco del proceso de valorización en el mundo entero de una bebida que ha acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales.
Con la recuperación de la dieta mediterránea y con la comunicación al servicio del vino, aquellos «con mucho poder antioxidante» como el tannat, con su alto índice de polifenoles que se redondea con «un perfil armónico y muy equilibrado», alcanzan notoriedad internacional.
Tanto es así que ha trascendido sus fronteras, y la superficie dedicada a la cepa en Argentina se ha multiplicado de 1990 a 2000 por tres, y luego a 2005 por diez, y ha logrado ser una variedad reconocida por las autoridades de ese país para vinos de reserva.
Del mismo modo, las autoridades chilenas la permitieron en 2008, incluso reconociéndola como «tannat del Uruguay» en la resolución que la habilita en territorio andino, junto con otras cepas de España y Portugal, entre ellas el albariño y el verdejo.
En Brasil, Bolivia y Perú también comienzan a afianzarse las plantaciones de tannat, al tiempo que California a partir de 2004 permite la elaboración monovarietal de vinos de esta cepa.
Asimismo, en los últimos congresos a los que ha asistido de Frutos, han manifestado su interés bodegueros de países de larga tradición vitivinícola como España y Grecia.
«Sentimos orgullo de que esta variedad, que nos dio tantas satisfacciones enológicas al Uruguay, también la puedan reproducir otros países y queremos que contribuya a la difusión de esta cepa, pero esos vinos serán nietitos de estos vinos uruguayos como los nuestros son nietos del Madiran de Francia», concluyó de Frutos.
by Juan Ignacio Mazzoni para -diario.es